Las Batuecas
es un profundo valle situado al sur de la provincia de Salamanca (España), tan encajado a los pies de la Peña de Francia que
parece una cicatriz en la corteza de la Tierra. Su límite sur lo conforman unas
hileras de montañas que se elevan vertiginosamente, ofreciendo en toda su
prolongación varios puntos destacados, a manera de pilastras. Se dice que donde fluyen las aguas del
Arroyo Batuecas, tan solo se le ve la cara al sol al mediodía.
Las Batuecas limitan con una comarca mucho más amplia denominada “Las Hurdes”,
un territorio agreste situado en el norte de Cáceres e integrado por un conjunto de pequeños pueblos y aldeas
aisladas que, durante siglos, han estado separadas prácticamente del resto del país.
Estas alquerías las conforman pequeños
grupos de casas que se construían cavando en la tierra y luego elevando las
paredes en el exterior, tanto menos cuando mayor era la profundidad que resultaba. Allí, sus moradores llevaban una vida independiente, casi anónima.
El interior estaba divido en dos espacios. En el primero se alojaban las bestias. En el segundo, sin muebles, había tan solo camastros elaborados a base de helecho seco y prensado colocado dentro de un tronco grueso de árbol ahuecado. Estas camas servían para el descanso de la familia entera, sin distinción de edades ni sexos, dejando un trecho libre para el fuego.
El interior estaba divido en dos espacios. En el primero se alojaban las bestias. En el segundo, sin muebles, había tan solo camastros elaborados a base de helecho seco y prensado colocado dentro de un tronco grueso de árbol ahuecado. Estas camas servían para el descanso de la familia entera, sin distinción de edades ni sexos, dejando un trecho libre para el fuego.
Entre el 23 de abril y el 22 de mayo de 1932, el cineasta
español Luis Buñuel rodó allí la cinta: “Las Hurdes, tierra sin pan”, una
película documental de 27 minutos, originalmente muda, pero que en 1935 fue sonorizada (narrada en
francés por una voz en off).
Este crudo documental mostraba la situación de atraso en que
permanecían Las Hurdes, basándose en un trabajo de la antropóloga Maurice Legendre, quien había estudiado Las Hurdes durante casi
veinte años. En el documental, Buñuel realiza un recorrido por la comarca y los habitantes de Las
Hurdes, reflejando la situación tercermundista en que se encontraban algunas
zonas de España. Sin embargo, es polémica la legitimidad de la cinta como
documental antropológico, pues Buñuel, además de rodar a los habitantes y las
costumbres de esta comarca extremeña, construyó en ocasiones escenas a la
medida de sus necesidades, como muestran fotos fijas del rodaje que se
conservan.
Puede observarse, en este sentido, que la cabra despeñada
fue abatida por una escopeta cuyo humo se observa en la fotografía. Asimismo,
el burro comido por las abejas tiene las patas atadas. Pese a todo, pocos
han discutido su extraordinaria calidad cinematográfica, pues ha sido elogiada
por grandes documentalistas.
La
realidad de aquel valle es que estaba habitado por una raza degenerada de hombres dedicados
a pedir limosna. Sus alimentos, escasos y nocivos, unido a la consanguinidad,
había ido creando pequeños monstruos de baja estatura y de aspecto repugnante, aumentando por la palidez y miseria que asomaba en sus rostros.
Enanismo, cretinismo, bocio endémico, eran tan solo unas de las muchas enfermedades
del gran elenco común a aquellas gentes.
Para paliar esta situación, en el año 1952 fue creado en Fragosa el Cottolengo del "Padre Alegre", un ente privado de caridad que acogía y asistía a estas personas desamparadas. Igualmente, el Jefe del Estado Español, el Generalísimo Franco, visitó Las Hurdes en 1954 y proclamó a los hurdanos como ahijados suyos en un intento de "preocuparse por aquellos ciudadanos desvalidos y protegidos". Esta nueva acción conllevó a la realización de proyectos para la mejora de todos los estados sociales, culturales, políticos y económicos de la zona, llevando al actual estado de prosperidad y mejorando las condiciones de vida de las Hurdes: agricultura, ganadería, artesanía, cooperativas, sanidad y alfabetismo.
Pese a todo, y quizás atribuido a todos estos motivos, los mitos y miedos han ido creando toda una leyenda entorno a aquel valle. De él se contaba que había duendes y gnomos, y que espectros y fantasmas deambulaban entre rocas y árboles, hasta el punto que se pensaba que el mismo demonio tenía allí su lugar de residencia. Así, al calor de la lumbre se narraban historias que describían el secuestro de mujeres por extrañas bestias y allí donde se preguntara siempre se hablaba sobre dos amantes que, huyendo de las iras del Duque Alba, encontraron en el valle un pueblo de hombres primitivos con un lenguaje y una forma de vestir desconocida. De aquel valle escribía así Lope de Vega:
“Nosotros habitamos este valle cerrado
destos montes espesísimos, cuyas sierras empinan sus cabezas a topetar con las
estrellas mismas, sin que jamás ninguno haya sabido quién fue el primero que
nos dio principio. En esta lengua habramos, estas chozas nos cubren, estos
árboles sutentan, y la caza que matan nuestros arcos. Si vivimos en paz sin ser
regidos, y nos habemos aumentado tanto, ¿por qué das ocasión que nos deshaga
alguna envidia, donde nunca reina?”
En el año 2003, el periodista Iker Jiménez vuelve a este lugar de Extremadura para retomar sus historias en el libro “EL PARAISO MALDITO”. Con este libro pretendía, en un principio, desmitificar la zona de Las Hurdes, pero al final se limitó a ser un estudio acerca de todo el elenco de misterios que envuelve a esta comarca, dando por válidos muchos de ellos.
Iker Jiménez Elizari es un periodista español, responsable de programas como “Milenio 3” en la Cadena SER, el programa más descargado de toda la radio emitida en castellano en el 2010 y “Cuarto Milenio”, Medalla de Plata en el Festival Internacional de Cine y Televisión de Nueva York, también en el 2010.
El capítulo 9 de este libro, relacionado con la zoología de las Hurdes, puede ser consultado en Google Books: http://books.google.es/books?id=JTq1cTHZB0oC&pg=PA225&lpg=PA225&dq=%22Paraiso+maldito%22+%22zoologia+imposible%22&source=bl&ots=Jv7WErHwwl&sig=unaajT8j_kVOmAV0_hmH8CBW5H8&hl=es&sa=X&ei=T2SmT7L1H4XIhAfqz6nZAg&ved=0CEIQ6AEwAg#v=onepage&q&f=false.
En este capítulo se citan especies propias de la “Zoología Hurdana” como la culebra bastarda (que siente especial predilección por la leche de cabra), la salamantinga (coincidiría con la salamandra rabilarga - Chioglossa lusitánica - una especie de anfibio urodelo endémica del noroeste de la península y completamente inofensiva), la tarantanchuela hurdana (una araña de tamaño gigantesco), o el lucero; de este último, sólo basta con leer el texto que acompaña a la siguiente imagen (sacada del libro) para saber qué se dice de él:
El lucero no deja de ser un simple lución (Anguis fragilis); un lagarto ápodo común en Europa y el este de Asia, al que también se le conoce como culebrilla de cristal y que es totalmente inofensivo. Sin embargo, tras estas lecturas, todo induce a pensar en un animal mortal al que hay que eliminar a toda costa, a fin de evitar que le pueda "picar" a alguien.
En cuanto a la tarantanchuela hurdana, ésta tiene mucha similitud con la picadura de la tarantela, que originó en tiempos medievales un baile de propio. En esos tiempos, la superstición popular decía que la mordedura de la tarántula mediterránea (Lycosa tarántula) era mortal a no ser que se bailase la tarantela. Parecía ser que los enfermos se levantaban sin dejar de moverse, poniéndose a bailar y sudando tanto que, allí donde pisaban, dejaban una huella mojada. De esta forma, descansando cada cierto tiempo, eran capaces de bailar y sudar durante 24 horas, tras las cuales sanaban por completo. En Italia, este baile es muy popular en las regiones del sur: Puglia, Basilicata, Campania, Sicilia...
En cuanto a la tarantanchuela hurdana, ésta tiene mucha similitud con la picadura de la tarantela, que originó en tiempos medievales un baile de propio. En esos tiempos, la superstición popular decía que la mordedura de la tarántula mediterránea (Lycosa tarántula) era mortal a no ser que se bailase la tarantela. Parecía ser que los enfermos se levantaban sin dejar de moverse, poniéndose a bailar y sudando tanto que, allí donde pisaban, dejaban una huella mojada. De esta forma, descansando cada cierto tiempo, eran capaces de bailar y sudar durante 24 horas, tras las cuales sanaban por completo. En Italia, este baile es muy popular en las regiones del sur: Puglia, Basilicata, Campania, Sicilia...
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