La plaga de topillos en Castilla y León comenzó a principios del
verano del 2006, concretamente en la provincia de Palencia; sin embargo, adquirió
tintes catastróficos durante el verano del 2007, cuando los campos de la meseta
se vieron cubiertos de estos roedores.
Tras un verano devastador, la plaga se dio por finalizada
institucionalmente a finales de septiembre de 2007, al haber descendido su
densidad, pero la abundancia fue aún anormal durante los tres meses siguientes.
Solamente, tras la llegada de las heladas y el frío de los meses de noviembre y
diciembre, se pudo dar por concluida con ella.
El culpable fue el topillo
campesino (Microtus arvalis), una
especie euroasiática que había penetrado en la península Ibérica hasta la
Cordillera Cantábrica, donde se diferenció y llegó a ser una subespecie (Microtus arvalis asturianus). En años
normales su población no superaba los 100 millones, pero en el verano de 2007
se estima que alcanzaron, por lo menos, los 700 millones. Arrasaron un total de
500.000 hectáreas de cultivos y provocaron pérdidas por valor de 15 millones de
euros. Su voracidad les llevó a ser calificados como el azote de Castilla.
En junio del 2007, durante una manifestación ante la Junta de Castilla y León, miles de agricultores reclamaron en Valladolid que se pusiesen los medios oportunos para su erradicación. La manifestación arrancó a las 12.00 horas con una concentración ante el edificio de la Consejería de Agricultura, donde cientos de agricultores protestaron lanzando huevos y topillos, algunos muertos, contra la fachada del inmueble, e incluso soltaron roedores atados a globos de helio (ver: http://www.elmundo.es/mundodinero/2007/06/12/economia/1181661876.html). La protesta transcurrió con cierta tranquilidad, a excepción de los minutos iniciales, cuando decenas de manifestantes increparon y lanzaron varios topillos a dos funcionarios de la Consejería de Agricultura, que salieron a la calle por la puerta donde se encontraban concentrados.
En junio del 2007, durante una manifestación ante la Junta de Castilla y León, miles de agricultores reclamaron en Valladolid que se pusiesen los medios oportunos para su erradicación. La manifestación arrancó a las 12.00 horas con una concentración ante el edificio de la Consejería de Agricultura, donde cientos de agricultores protestaron lanzando huevos y topillos, algunos muertos, contra la fachada del inmueble, e incluso soltaron roedores atados a globos de helio (ver: http://www.elmundo.es/mundodinero/2007/06/12/economia/1181661876.html). La protesta transcurrió con cierta tranquilidad, a excepción de los minutos iniciales, cuando decenas de manifestantes increparon y lanzaron varios topillos a dos funcionarios de la Consejería de Agricultura, que salieron a la calle por la puerta donde se encontraban concentrados.
Según los portavoces agrarios, el animal que afectaba los campos
castellanos y leoneses "no era un topo, si no que se trataba de un topirratón
de laboratorio". Estos agricultores entendían que la plaga había
surgido por la llegada al campo de ejemplares utilizados para interés
científico. Lo curioso de ello, es que esta sorprendente teoría se mantiene
latente en lo más profundo de la cultura rural actual e irrumpe cíclicamente en
los pueblos castellanos, coincidiendo con las plagas (es decir, cada 4-5 años).
Para otros, la plaga de topillos la iniciaron los ecologistas dentro
de una operación para alimentar aves rapaces. Según esta última versión, estos
animales aparecieron masivamente en los campos como consecuencia de una acción
de los activistas de la naturaleza dirigida a proteger a las aves rapaces de
los problemas de alimentación. Estos topillos se lanzaron, al parecer, desde el
aire en avionetas clandestinas para que pudieran servir para la caza y alimento
de las rapaces en general, sin especificar cuáles (http://www.elconfidencialdigital.com/Articulo.aspx?IdObjeto=12944).
Debido a ello, incluso hoy en día muchos agricultores se aferran a
esta teoría de la suelta intencionada de especies y depositan toneladas de
veneno en grano en sus campos, envenenando a los roedores y, subsidiariamente,
matando a las aves rapaces que se alimentan de ellos debido a hemorragias internas. Lejos de valorar el
daño ambiental, estas personas se justifican explicando que la culpa es de los
ecologistas, que son los que los han soltado (http://grefa.org/alfonsopaz/?page_id=74).
Un estudio
internacional, en el que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC), ha analizado la dinámica de las plagas de topillo campesino
en España desde finales de los años 60. Mediante la reconstrucción histórica de
estos sucesos, los investigadores han observado una pauta de repetición de las
plagas cada cinco años aproximadamente en las regiones agrícolas de Castilla y
León desde los años ochenta.
Según esta
investigación, publicada en la revista Basic and Applied Ecology 14 (2013),
el paso de los topillos desde las montañas a las regiones agrícolas de la
meseta podría deberse a cambios en los usos del suelo. Los resultados del
estudio muestran que el proceso de colonización de la cuenca del Duero fue muy
rápido, ya que duró menos de 20 años, y que afectó a varios millones de hectáreas.
La expansión desde las zonas tradicionales, más húmedas, hacia las llanuras agrícolas,
más áridas, podría estar relacionada con un incremento de hábitats muy favorables
para la supervivencia de esta especie de roedor, como la alfalfa y los cultivos
de regadío.
Parece ser que
incluso hoy en día, a la gente del campo le cuesta entender que la naturaleza sufre ciclos en los
que
varía el tamaño de las poblaciones de determinadas especies y que todo depende de las condiciones de ese año. Para ellos, es mucho más fácil
pensar que “LOS ECOLOGISTAS MATAN” (http://blogs.20minutos.es/cronicaverde/post/2007/10/17/los-ecologistas- matan):
Los ecologistas envenenan. Los ecologistas nos quieren ver a todos volviendo a vivir en las cavernas. Los ecologistas sólo piensan en los animales y nunca en las personas. Los ecologistas crían víboras y topillos para soltarlos en el campo
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