Búhos y lechuzas

El fantasmagórico vuelo de la lechuza común, alimentado por su siniestro canto, constituye una de las razones por las que este ave nocturna haya sugerido tantos mitos y supersticiones. El nombre de ulula (lechuza) deriva del griego obolydsein, es decir, del llanto y el gemido, y es que cuando canta, lo recuerda justamente; de aquí que se diga entre los agoreros que oír su lamento es signo de tristeza. De hecho, el comediógrafo griego Menandro se hace eco de ello con la siguiente alusión al ave nocturna: "Si oímos el canto de la lechuza, bien haremos en temer algo".


La razón principal es, quizá, el ser un pájaro de la noche y de la obscuridad, y de ahí su asociación con la muerte y lo mágico. Además, el que posean dos grandes ojos situados en un rostro redondeado, que parece casi humano, hace que la mente humana le haya concedido un papel tan importante y poderoso; pues ¿quién no ha leído relatos acerca de lechuzas que se transformaban en hombres y tenían un poder sobrenatural?

Las lechuzas y los búhos están muy bien documentados en el folklore. Así, se les atribuyen características asociadas a la muerte y al desastre, aunque también se las supone dotados de sabiduría y magia. De hecho, el búho y la lechuza hacen acto de presencia en los libros sagrados, generalmente en escenas de ruina y desolación. (http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.php?id=1577).


A la lechuza también se la da la imagen de la bruja nocturna, esa mujer que se transforma por la noche en ave de rapiña y que vuela emitiendo gritos espantosos para entrar en las casas y devorar a los niños. 

Por ejemplo, en Cantabria, las metamorfosis entre lechuza y de la bruja tuvieron tanta notoriedad que, cuando se cogía a una lechuza, a ésta se la degollaba y se la enterraba a varios palmos de profundidad, echando piedras gruesas encima. Esta práctica hallaba su fundamento en que dicha rapaz era, para el vulgo, una bruja en disposición de comenzar a hacer daño y antes de que esto sucediera, la declaraban maldita y la eliminaban en un santiamén.



Camilo José Cela, en su obra: "El fantasma de mi vecina Andrea" (ABC, 16-04-2000), nos dice de la lechuza que

“...entra en las iglesias y roba el aceite de las lámparas del santísimo Sacramento y de las almas del purgatorio. La lechuza roba este aceite porque él es símbolo de luz y claridad. La lechuza es asquerosa porque se bebe el aceite del candil de las ánimas del purgatorio..."

Esta otra creencia de que este rapaz se introducía por la noche en las iglesias a beber el aceite de las lámparas de los cubículos de los humilladeros se explica porque, al ser atraída por la luz de alguna claraboya o ventana, buscando las polillas, revolotea sobre las antiguas lámparas de aceite; la picaresca añade que fueron los sacristanes quienes la propagaron. 

Sin embargo, el temor escalofriante y supersticioso hacia estas criaturas hace que, muy habitualmente, acaben su vida de la siguiente manera:

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